Mucho antes de convertirse en un fenómeno cultural, 31 Minutos nació como una idea irreverente entre amigos que querían burlarse de la televisión haciendo televisión. Lo que comenzó como una crítica al contenido pobre de la programación chilena, terminó siendo uno de los proyectos más originales, divertidos y entrañables de Latinoamérica. Con títeres hechos de retazos, humor inteligente y música inolvidable, esta serie logró conectar con niños, jóvenes y adultos por igual.
Pedro Peirano y Álvaro Díaz: los amigos que querían reírse de la televisión
Todo comenzó cuando Pedro Peirano y Álvaro Díaz fueron invitados por un canal chileno a proponer un nuevo programa. En lugar de seguir las fórmulas tradicionales, decidieron crear algo que se burlara de la televisión misma. Así nació la idea de un noticiero ficticio protagonizado por personajes absurdos, con noticias ridículas y un enfoque completamente satírico.
Para llevarlo a cabo, convocaron a artistas visuales, músicos y creativos del mundo audiovisual, formando un colectivo que apostaba por la libertad creativa y el trabajo colaborativo.
¿Por qué títeres? El hallazgo que cambió todo
Durante el proceso creativo, el equipo descubrió que cualquier objeto cotidiano podía convertirse en personaje si se le añadían ojos y boca. Este hallazgo fue clave: los títeres ofrecían una libertad narrativa única, permitiendo representar todo tipo de personalidades sin limitaciones físicas ni estéticas.
Los primeros muñecos eran rudimentarios, hechos con trapos, botones y materiales reciclados. Aunque al principio eran “bastante feos”, con el tiempo se fueron perfeccionando hasta convertirse en verdaderas obras de arte.
Tulio Triviño no siempre fue el conductor
En los primeros intentos, los creadores pensaron que el presentador del noticiero podía ser un pez real. Lo colocaron en una pecera y comenzaron a grabar, pero el experimento no duró mucho: el pez murió a las pocas semanas. Fue entonces cuando decidieron que los títeres serían los protagonistas definitivos.
Así nació Tulio Triviño, un personaje que, como muchos otros en la serie, refleja lo mejor y lo peor del ser humano: vanidoso, torpe, pero también entrañable y vulnerable.
Personajes imperfectos, pero profundamente humanos
Uno de los grandes aciertos de 31 Minutos fue construir personajes que no idealizan a las personas. Los títeres son mentirosos, farsantes y egoístas, pero también honestos, sensibles y solidarios. Esta mezcla de defectos y virtudes los hace cercanos, reales y profundamente humanos.
El humor fue el eje central del lenguaje de la serie. Un humor cotidiano, accesible, sin pretensiones, que mira al espectador de frente y lo invita a reírse de sí mismo.
La música: el pegamento que unió todo
La música fue otro elemento esencial. Los creadores entendieron que las canciones infantiles tradicionales ya no conectaban con el público, así que decidieron hacer temas “cool”, con influencias de punk, rock, pop y hip-hop. El resultado fue una serie de himnos que siguen sonando en fiestas, playlists y conciertos.
Canciones como Tangananica, Mi muñeca me habló o Bailan sin cesar no solo divierten, también transmiten mensajes y emociones que resuenan tanto en niños como en adultos.
¿Cuál es el secreto del éxito de 31 Minutos?
Con más de 70 episodios, cuatro temporadas, cinco discos, libros, una película y otra en camino, 31 Minutos se ha convertido en un referente del entretenimiento latinoamericano. Su éxito radica en su capacidad de conectar con todas las edades, fomentar la creatividad y transmitir valores sin caer en el sermón.
Es una serie que invita a imaginar, a jugar, a pensar y, sobre todo, a reír. En tiempos donde el contenido infantil suele ser plano o sobreproducido, 31 Minutos sigue demostrando que lo simple, lo honesto y lo creativo pueden llegar muy lejos.



