El 18 de agosto, Ibai Llanos encendió la conversación digital al presentar, dentro de su “Mundial de los Desayunos”, unos chilaquiles hechos por él que se enfrentaban al pan con chicharrón peruano. La preparación generó una ola de críticas en TikTok, donde usuarios cuestionaron técnica y resultado, etiquetándolos como “mal logrados”. El episodio se volvió tema recurrente en medios y timelines, preparando el terreno para su posterior visita a México y su intento de redención culinaria.
@ricardoyanomedijo ¡Al fin! @Ibai ♬ original sound – Ricardo Pérez
¿Qué hizo Ibai en CDMX para recuperar puntos con la comunidad mexicana?
En medio del ruido, el streamer viajó a la Ciudad de México y aceptó una invitación clave: probar unos chilaquiles “como se debe” preparados por Ricardo Pérez, cohost de La Cotorrisa. El encuentro se registró en la misma plataforma donde estalló la polémica, con una degustación que concluyó en elogio: “Ricardo, esto está demasiado bueno, yo creo que ya estoy perdonado”, soltó Ibai, marcando un cambio de narrativa y sumando un guiño de respeto a la cocina local.
¿Cómo fueron los chilaquiles de Ricardo Pérez y qué elementos los distinguen?
El plato de Ricardo apostó por lo clásico: totopos con firmeza, salsa bien balanceada, una base caliente que no empapa en exceso, y complementos que redondean textura y sabor. Aunque la pieza de contenido prioriza la reacción de Ibai, el subtexto culinario es claro: técnica, tiempos y ensamblaje son la diferencia entre una versión casera criticable y un antojo de taquería que convence al primer bocado. En cámara, la respuesta del streamer validó el estándar que la audiencia esperaba.
@ibaillanos Pruebo los Dorilokos. Rezad por mi.
¿Qué otros antojos probó Ibai en su recorrido y cómo reaccionó?
Además de los chilaquiles, Ibai se animó con los dorilocos en el Bosque de Chapultepec: mezcla de fritura, encurtidos, salsas y texturas que chocan y, al mismo tiempo, funcionan como un rito lúdico del snack chilango. “Sabe muy raro”, reconoció, entre sorpresa y curiosidad, registrando una experiencia que para muchos locales es infaltable y para visitantes resulta un experimento sensorial absoluto. Ese contraste resume su tour gastronómico: atrevido, grabado en tiempo real y atento al pulso de la calle.
¿Qué impacto tuvo la visita en métricas y conversación?
El contenido de su paso por CDMX acumuló más de un millón de reproducciones y cientos de miles de interacciones. Más allá del número, la percepción cambió de escarnio a reconciliación: el gesto de probar una versión “hecha y derecha” y de explorar antojos populares movió el relato hacia curiosidad respetuosa. Para Ibai, el giro fue estratégico: de un tropiezo en un reto gastronómico a un episodio de proximidad con la audiencia mexicana.
¿Por qué La Cotorrisa fue el puente ideal para esta “redención” culinaria?
La Cotorrisa opera como espacio de humor con fuerte arraigo cultural y una comunidad que valora lo local. Invitar a Ibai a probar chilaquiles ejecutados por alguien con credenciales populares conecta con la lógica del programa: bromear, sí; pero también enaltecer aquello que el público considera auténtico. Ese encuadre le dio a Ibai un contexto de validación y a la audiencia un capítulo que celebra el antojo sin solemnidad, pero con estándar de calidad visible.



